andar
La última vez, estabamos en la misma colina. Mirábamos al piso, deshacíamos el camino mientras intentabamos convencernos de estar regresando. En la serpiente del horizonte creímos encontrar un desierto más propicio a nuestro andar; andamos. La tierra entre las uñas y el viento secando nuestros labios de fieltro. Llevabamos esa mueca que nos ponemos cada vez que el polvo nos cierra los ojos y creemos reconocernos en esa obscuridad de ambos.
La balanza de tus piernas tejía un enjambre crujiente que yo podía seguir. No sé si te escuchaba, si te vi o si, entregada al silencio me pareció estar contigo. En esa colina, siempre de bajada, enredados en el combate del sol, blandiéndonos las caras arañadas de sal, fuimos por lo menos vapor.
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