puertas
Detrás de la puerta alguien escuchaba; pendiente del murmullo seco de una boca muy cercana a un oído. Escuchando se ensanchan las orejas y se conectan con un punto lejanísimo que nos promete rebotar un sonido. Trenza sus dedos para calmar su ansia por girar la manija... ahí afuera, a menos de medio paso, se encuentran recargados los amantes.
Despunta el alba iluminando la orilla de las hojas de tus violetas. Desde hace tres meses comenzaste a regarlas de nuevo y soltaste algunas lágrimas cuando se enderezaron y dieron una crujiente muestra de vida. Te gustaban los milagros. Tal vez sólo tú podías revivir plantas pero no lo creía.
Tenías miel en tus labios y el beso de buenos días fue algo así como rozar los labios en un cubo de hielo. Desayunabas manipulando tu cabello para evitar sumergirlo en la leche mientras limpiabas la mesa con la peor de tus mañas. Me senté en la silla de enfrente para mirar cómo levantabas las boronas que se pegaban a las yemas de tus dedos. Mirarte con tus ojos extrañamente congelados en la pared blanca: pupilas dilatadas aún sin despertar por completo. Dejaste miel en mi mejilla y cerraste la puerta; yo te veía salir y humedecí mis labios... el beso mecánico de visagra que cierra puertas.
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