empieza tú
giros entre un día que se barniza con esponjas; armas vibrantes contigo. Hay luces que no alumbran pero brillan; como cuando exprimir la lima te devuelve borra. Estos olores con nuestro nombre son una pila de amaranto, deslizándose entre los huecos de mis dedos, por un ángulo propicio para caer sobre tu nariz. Un sonido borroso, anudado a tus labios parece perfilar mi nombre; aquel que olvido y que siempre me obligas a reconocer.
Suelo caminar descalza y arrepentirme; a veces el piso salta sombras de hilos que conducen siempre al mismo recuerdo. Esto es mi nombre, desterrado del jugo que alguna vez le hizo honor al camino que baja desde mi boca; este es el derecho que tengo para decirte de nuevo que quiero escuchar el fuego ámbar con el que me despiertas. Es el mismo juego que involucra la rima en nuestra isla; la piel del algodón y la mímica en el suelo. Este es el silencio que me devuelves cada vez que pido verte; la tregua de temer al mismo terremoto, a igual desvelo. no se escucha, empieza tú.
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