martes, noviembre 08, 2005

Desalojo

Aprietas labios. El techo es el caleidoscopio que soñaste despierta, contando las horas: vigilando el trayecto del aire que exhalas. Se te perdió la frontera de los días, las horas caen una encima de la otra y no recuerdas cual fue la primera que viste colapsarse contra el piso. Los vidrios se opacan con la huella de tus manos, tus dedos trazando preguntas al frío insomnio. Eres esos ojos de mediodía, una ausencia predecible, un combate contra los oráculos que terminó con tu fe.
fffffffffffffff (suspiro profundo, seguido de párpados apretados). No puedes dejar los ojos cerrados, ahora se te secan, se te hunden, sólo te pareces pero no eres. Todos te confunden, te pasa todo el tiempo. Hay una sensación de oleaje sobre tu piel (¿la piel de quién?)te mece y arruya, pero no te duermes. Se ausentaron las manos que te quitaban el frío y se enredaban entre tus dedos; síguelas en los cristales, las recuerdas de tu tamaño y angostura.
fffffffffffffffff ffff todavía empañas al vidrio, por debajo de tus costillas debe estar cálido. No hay nada peor que escuchar ladridos y no saber de dónde vienen; como caminar y sólo oír tus pasos huecos sobre el cemento. Parece que cualquier dirección es equivalente, todas te dejan aquí.
Job, 10.