domingo, enero 22, 2006

el desierto al que se opone

En anchas dunas, la arena peina una forma redonda. No se deja manchar por las huellas arrogantes del viento, sólo puede atravezarse por un viajero. Peregrino en busca del aroma a tiempo ensanchado.
El ombligo del mundo es un pequeño orificio alargado, perfumado por los días. El viento ha dejado esculturas en la arena que le rodea, haciéndolo parecer más distante y oculto. Pero el camino del peregrino ha de dejarlo necesariamente hundido en ese plenilunio afortunado por el bautizo del contacto.
Desierto transformado en verde resguardo, leche y miel que escurren infinitamente, ramas de abrazo espinozo: pupilas de húmedos mensajes combatiendo al silencio. Selva que espera los ritmos compartidos de aquel quien viaja siempre a obscuras y del desierto al que se opone.