martes, agosto 16, 2005

exilio

Una ciudad tan poblada puede llegar a ser extremadamente solitaria. Escribo desde un café en Coyoacán, disfruto de un clima nublado perpetuo con la vista cansada y las tripas sonando. Hay algo en el ambiente que me quita el hambre, sin embargo. Me estoy quedando en la carnavalezca casa de mi tía; todos son muy complacientes y dulces lo cual me inquita. Suelo comer sola y largarme cuando me da la gana así es que me cuesta un poco de trabajo esperar a la familia para el ritual de la cena y comunicarles los lugares a los que iré durante el día.
El café de la selva estaba vacío, cosa que es muy extraña. Me doy cuenta de que el DF es distinto cuando uno no está sólo de visita. No me gustó llegar a la facultad y no conocer a nadie, supongo que tendré que hacer algo al respecto pero mientras tanto tendré que gozar de las conversaciones conmigo misma: no soy tan mala compañía tal vez sólo un poco aburrida.