Refugio
Una pluma en caída anuncia el letargo que agoniza. Tus ojos a medio abrir, convocando al sueño plácido y merecido, parecen detener al tiempo, suspenderlo y hacerlo un simple adorno al cual nos colgamos como esferas del cristal más frágil. El techo (aquel que nos devuelve la misma piel e iguales bocas) denuncia también un ocaso seguido de noche en camas separadas. Perturbada en partida express y retrasada dejé que los minutos cayeran todos juntos de plomazo; palmo a palmo la calle; acelero y devuelvo el grito al auto de al lado. Acelero. Luces ambar, y sí me da tiempo.
La brisa sopla por debajo de una pluma y la impulsa un poco hacia las esferas. Yo recuerdo tu barba reventándome la risa mezclada en lágrimas. El refugio amarillo, las luces quebrándose en tu espalda, el frío mosaico de nuestro andar tambaleante, entre el campo minado de ropa... es atmósfera pero no ficción.
No pude llegar temprano, me perdí buscando un lugar familiar en medio de lugares conocidos. Tu ausencia comienza a hacerse grande. Tú de azul, yo de azul y luego melanina tostada por el sol del mismo día.
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