miércoles, enero 19, 2005

Arenas movedizas: de la poesía a la anécdota.


Cuando se habla de un escritor sólido hay que tomar en cuenta la coherencia y el seguimiento que se les da a las ideas dentro de toda la obra de un solo autor. Se me ocurren muy pocos casos en la literatura y en la mayoría de ellos se trata de autores con pocas obras. El caso de Octavio Paz salta a la vista de inmediato como el de un polígrafo que desde sus primeras letras anunciaba ya la temática de las postreras. Tal vez lo que más llame la atención en él es que tanto en su poesía como en su prosa (de varios géneros también) mantiene la misma voz y desarrolla en todas las formas posibles cada uno de sus tópicos.
Paz lucha por la claridad o, al menos, por el reconocimiento de que es imposible conocer del todo. La mayoría de los temas centrales que se exponen en los ensayos permean a la poesía de Paz con una naturalidad que logra la comprensión de lo que se describe en otro nivel que ya no es solo el de la información depositaria:

El crítico Paz y el poeta Paz trabajan juntos. Hay en esa colaboración un momento admirable: es cuando aparecen El arco y la lira (1957), teoría de la poesía, y La estación violenta (1958), práctica de la poesía. Podríamos definir ese momento de Paz con las palabras que el mismo Paz pronunció a propósito de Antonio Machado: “Conciencia de la poesía y poesía de la conciencia”.
( Imbert, pág. 296)

Podríamos optar por el simplismo al pensar que el primer caso es teórico y el segundo práctico ya que ciertamente para los libros citados por Imbert la fórmula se cumple maravillosamente, quizá por la cercanía temporal entre uno y otro. Sin embargo, en Paz no hay divisiones tan absolutas. El ensayo, ya desde el siglo XIX ha evolucionado de ser un texto estrictamente científico hasta formar parte de los géneros literarios. La tradición enseña que el género artístico por excelencia para las letras es la poesía, tal vez por ello nos resulte fácil ubicar ensayo y poesía en polos contrarios.
El hecho de que la forma se modifica no hace de Paz un escritor distinto para cada caso. Por este motivo, he seleccionado el conjunto de cuentos que aparecen con el título de Arenas movedizas dentro del libro ¿Águila o sol? Como prueba de que todo en Paz forma parte de la misma búsqueda literaria. En estos cuentos aparecen temas tratados en otras obras pero no por ello se descuida la originalidad.
Muchos lectores de Paz ignoran esta breve incursión en la narrativa. Los autores que han antologado cuentos hispanoamericanos tienen una gran deuda con Paz. Tal vez el problema radique en el hecho de que uno no puede quedarse con un fragmento de la obra de Paz e ignorar el resto. Como su poesía, los cuentos de Arenas movedizas no se pueden descontextualizar del gran conjunto temático que se plantea en todas las manifestaciones literarias de Paz.
La trayectoria de la cuentística en Hispanoamérica llevaba un rumbo muy distinto al de Arenas movedizas. Evidentemente junto a autores tan importantes como Cortazar, Márquez o Rulfo (con sus más de 34 reimpresiones de El llano en llamas), no es sorprendente que Paz brillara mucho más como poeta y ensayista que como cuentista. A pesar de esto, desde una perspectiva que englobe el conjunto de su obra y pueda incluir el grueso de su temática, los cuentos de Paz adquieren un valor propio, aunque un poco alejando del que marcó el canon para los cuentos latinoamericanos.
No fue sino hasta últimas fechas que Arenas movedizas comenzó a vibrar en el gusto de los lectores. Las estéticas contemporáneas marcan un marcado auge por la literatura Express; obras que condensan su significado en pocas líneas (un poco como el Hai-ku). Una de las pretensiones del cuento de extensión mínima es la de involucrar al lector e incrementar su participación a nivel del significado. En cierta forma, no puede ser de otro modo ya que la brevedad ocasiona cabos sueltos y estos tendrán que llenarse por el lector. La polisemia parece ser uno de los requerimientos de este tipo de relatos.
Los short-shorts, como denomina Irving Howe a este tipo de cuentos, nos enfrentan con muchos problemas de clasificación. Ho voy a entrar en el interminable debate sobre los límites físicos de un cuento corto; los hay desde unas cuantas palabras hasta las mil o dos mil (supuestamente con un mayor número ya estaríamos hablando de un cuento común y corriente). Varios críticos se han interesado por el tema; el estudio de Lauro Zavala titulado “El cuento ultracorto; hacia un nuevo canon literario”
[1] propone tres divisiones según el número de palabras. De acuerdo con su lineamiento, Arenas movedizas pertenece a los “cuentos muy cortos: de 200 a 2000 palabras”, en ellos hay historias elípticas, títulos enigmáticos y uso de la metáfora. Para Violeta Rojo[2] importa mucho en este tipo de textos la “representación de situaciones estereotipadas que exigen la participación del lector” así como la inclusión de otros géneros literarios aunque con predominio de la narrativa. Andrea Bell[3], por su parte, destaca la ambigüedad semántica, el juego con el lenguaje, el humor y la ironía (sobre todo en los finales sorpresivos).
Es indudable que Arenas movedizas se inserta muy bien en esta tendencia, aún cuando no cumpla con todas y cada una de las características arriba mencionadas. El hecho es que sí podemos hablar de ambigüedad, de un uso lúdico del lenguaje y de un llamado a la participación del lector. Sin embargo hay algo en cada uno de estos cuentos que nos hace intuir que el juego no nos incluye y que la ambigüedad tiene una solución predeterminada a pesar de que el lector puede elegir quedarse con los datos más a la vista y crear un significado propio.
Para estos cuentos, la característica fundamental que hay que subrayar por encima del resto, es la de la hibridación con otros géneros. Entendido así, los cuentos de Pas no valen en exclusiva por sí mismos. Se debe ligarlos con la poesía, en este caso poesía en prosa. Al hacer esto, no podemos eludir el hecho de que Paz es principalmente poeta y, por tanto hay que tomar en cuenta su obra en verso. Al mismo tiempo, considerando la coherencia temática, que ha desarrollado Paz a lo largo de toda su obra, habrá que incluir también a los ensayos. Finalmente se descubre el motivo que hace de Arenas movedizas un conjunto distinto a cualquier cuento corto común.
Aún cuando efectivamente los cuentos de Paz tengan un trasfondo poético, lo que impera en ellos es la narración. Nos encontramos con un narrador omnisciente que siempre sabe más que el lector. El tiempo del relato puede comprender un instante o bien condensar una vida entera. Hay economía de personajes, lo que no es extraño a causa de la extensión. Están narrados en primera persona lo que los hace mas intimistas. El conjunto de los cuentos con excepción de “cara de ángel” están narrados con voz masculina; esto crea la impresión de que se trata del mismo personaje en todos los casos. La corta extensión provoca que en ocasiones uno lea el siguiente cuento como si continuara el anterior. Un efecto similar sucede al terminar de leer “el cántaro roto” y encontrarse de pronto con “piedra de sol “, uno de los poemas que sintetiza a todo el poemario de La estación violenta.
A pesar de que podemos hablar de muchos “topos” en la obra de Paz, en realidad se trata de la duda total: el individuo preguntando ¿Quién soy? Al enfrentarse al mundo de lo desconocido, el ser se repliega sobre sí mismo y se encuentra igualmente extraño. Quizá podríamos considerar a la mujer como un tema aparte, sin embargo cando no se le plantea como representante del misterio, se vuelve una especie de llave que permite al hombre formar parte del todo y así regresa a la misma duda existencial. Es fundamental entender la idea de alienación en toda la obra de Paz; está muy ligada al tema de la soledad y en el fondo a cualquier otra idea en su obra.
Cada cuento de Arenas movedizas toma rumbos distintos. El uso de la primera persona así como los pocos personajes hacen que algunos de los cuentos se narren al estilo del monólogo interior. Es el poeta hablándose a sí mismo en un lenguaje más automático y fluido. Particularmente en tres cuentos; “antes de dormir”, “Carta a dos desconocidas” y “Encuentro”, Pas indaga en la idea del individuo extraño en sí mismo. Más aún, plantea un desdoblamiento en el cual el narrador es capaz de dialogar con el supuesto alter-ego sin importar que este permanezca en silencio. Se intuyen las respuestas, es decir, sabemos que no las puede haber. Paz no pretende dar esas respuestas sino simplemente describir una angustia universal. “Encuentro” es el relato más anecdótico de los arriba citados; en él se expresa el miedo que vive el personaje al enfrentarse con su otro yo: “Yo estaba antes que usted. Y no hay la excusa del parecido, pues no se trata de semejanza, sino de substitución”. (Paz, pág. 47). Esta ansia expresada en los tres cuentos nos remite a uno de los temas que aparecen en la poesía de Paz, como se muestra en “La calle” en donde el “yo” poético intuye la presencia de este nadie que parece ser él mismo ya que los sigue de muy cerca y repita cada uno de sus movimientos:
Es una calle larga y silenciosa.
Ando en tinieblas y tropiezo y caigo
y me levanto y piso con pies ciegos
las piedras mudas y las hojas secas
y alguien detrás de mí también la pisa:
si me detengo, se detiene;
si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie.
Todo está obscuro y sin salida,
y doy vueltas y vueltas en esquinas
que dan siempre a la calle
donde nadie me espera ni me sigue,
donde yo sigo a un hombre que tropieza
y se levanta y dice al verme: nadie

En el fondo se trata del miedo a ser nulificado por ese “otro” que germina dentro de cada individuo. El poema también comparte con los cuentos el sentimiento de una compañía ilusoria, de un ser que fuimos o tal vez seremos. Esta idea tiene mucha relación con el cambio provocado por el tiempo.
En “Visión del escribiente” y “prisa”, Paz desarrolla su reflexión sobre el efecto del tiempo en el hombre. En el primer caso se trata de un cuento en apariencia autobiográfico. El personaje hace una pausa para rememorar su pasado y en pocas líneas le acompañamos a través de su vida. Al final nos encontramos con la confusión hacia lo que viene. En la espera, el tiempo se hace circular; el personaje tiene ante sí al pasado, presente y al porvenir. Aquí también se describe cierta angustia frente a la incapacidad de alterar el movimiento temporal. No es casual que el título sea “Visión del escribiente” ya que parece que la escritura es para Paz el único recurso para afectar al tiempo e intentar eternizarlo al menos en un instante que represente una vida entera.
“Prisa” también habla de la carrera contra el tiempo. En cierta forma resulta más esperanzador que “Visión del escribiente”. Se nos presenta un personaje impetuoso y con deseos de dar el siguiente paso. Sin embargo, al decir: “Tengo prisa, me voy. ¿A dónde? No sé, nada sé – excepto que no estoy en mi sitio” (Paz, pág. 43) se traduce que es una larga y eterna corretiza del ser que todavía no somos y que dejaremos de ser antes de conocerlo. El cuento termina con un personaje agotado, con ganas de quedarse quieto.
Otra constante en la obra de Paz es la problematización del acto de adquirir el conocimiento. El hombre se defino como tal por esta capacidad, sin embargo, el acceso a la verdad nos expulsa del Edén; es decir, ya no formamos parte del sistema que nos creó. En “Un aprendizaje difícil” no nos queda claro el tipo de personaje que nos habla aunque se puede inferir que se trata de un caballo. En todo caso lo que más importa es la metáfora que puede establecerse entre bestia/amo y discípulo/maestro. Parece decirnos que el aprendizaje no lleva a nada a pesar de que se puede disfrutar el proceso. Uno siente lástima al final cuando después de tanto esfuerzo no se pudo evitar que dominara el instinto animal por encima de lo aprendido.
En cierta forma, este cuento me recordó a “Los caballos de Abdera” por Leopoldo Lugones, publicado dentro de Las fuerzas extrañas en 1906. En este cuento los caballos de una ciudad griega logran humanizarse a través de un exagerado contacto con los pobladores de la región y terminan rebelándose. El caso de Lugones también es alegórico al igual que en “Un aprendizaje difícil”. al parecer los caballos son una especie de símbolo del yugo civilizador sobre la barbarie.
“Mi vida con la ola” narra las vicisitudes de una relación entre seres de “especies” distintas. Aquí es evidente la equivalencia entre la ola y la idea de lo femenino. Este es uno de los cuentos más anecdóticos y con mejor desarrollo de la acción. Paz aprovecha para hablar del amor y hacer de su personaje un tipo de mártir que sufre todo tipo de pesares a causa de esta especie de mujer acuosa. El cuento es muy divertido, sobre todo al final cuando el personaje masculino condena a la ola a vivir en soledad (es decir, sin él) lo que termina provocando que el agua se congele y que el personaje pueda venderla para que la descuarticen como pequeños trozos de hielo.
Otro de los cuentos mejor logrados es “El ramo azul”. Casualmente, al igual que en “Mi vida con la ola”, aquí también se trata el tema amoroso. En este punto creativo, nos encontramos con un Paz cuya visión sobre el amor nos resulta muy desalentadora. “El ramo azul” vuelve a colocar a n personaje masculino victimizado por una mujer y obligado a sacarle los ojos azules a cualquier transeúnte que los posea. La inclusión de elementos como la ola o los aramos de ojos azules parecen muy poéticos y pueden distraer al lector pero lo que realmente interesa notar en ambos cuentos es la conflictiva relación con las mujeres: caprichosas y crueles. Esta idea no permeó en la poesía y parece venir de un Paz distinto y no aquel que le dice al amor: “ Yo hablo / porque tú meces los follajes”
[4].
“Maravillas de la voluntad” recuerda el formato de los cuentos ejemplares al estilo de Don Juan Manuel. Este es el único caso en donde el personaje tiene un nombre. Se narra la historia de Pedro quien a toda hora y en todo momento repetía la frase: “Ojalá te mueras”. El narrador es una tercera persona que funciona como testigo y nos describe el misterio de la frase sentenciosa. Es uno de los cuentos más breves y termina cuando por fin Pedro les comunica “Ya lo maté”. La moraleja final nos hace saber que siempre hay que estar alerta ya que “no vaya a ser que hayas incurrido en la cólera paciente, obstinada de esos pequeños ojos miopes. ¿Has pensado alguna vez cuántos –acaso muy cercanos a ti—te miran con los mismos ojos de don Pedro?” (Paz, pág. 30). Este es un caso aislado que nada tiene que ver con la temática usual de Paz, es más bien una experimentación en el género del cuento ejemplar aunque sin los formalismos medievales.
El último cuento que resta por analizar es el de “Cabeza de ángel”. Lo he dejado al final ya que me parece un relato muy flojo y aún más distanciado de la tendencia del resto. Para empezar esta narrado con una voz femenina no usual en Paz. También emplea la primera persona pero su personaje es muy distinto a los demás. No se profundiza mucho en ningún tema, de hecho esa parece ser la intención. Como relato no funciona muy bien ya que nunca queda clara la situación que se nos narra. De “Cabeza de ángel” podríamos decir que es un flujo de conciencia al estilo surrealista pero tampoco funciona muy bien como eso ya que tiene una explicación. El personaje está observando pinturas y divaga en ellas inventándose historias, encuentros y sufrimientos. Lo único que faltaría para terminar de empeorar este cuento es que al final se incluyera la formula de “desperté y todo había sido un sueño”.
A pesar de ello, en estos dos últimos cuentos, Paz aprovecha para hacer uso de muchísimas imágenes poéticas. Tal vez lo que pueda reprochársele sea que no están muy bien justificadas dentro de esas determinadas narraciones. En los dos cuentos nos encontramos con un Paz muy distinto, tal vez más experimental dentro de sus propios lineamientos. Sobre todo en “Cabeza de ángel” nos encontramos con un narrador casi desconocido; de hecho, el cuento fuera de contexto podría ser confundido con la creación de algún otro autor, o tal vez autora. La idea de que haya una diferencia entre la forma en que narra un hombre y una mujer queda aún por comprobarse pero si la intención de Paz era jugar a ser narradora me parece que el experimento queda bien logrado.
Si bien la crítica no ha puesto demasiada atención a esta fase narrativa de Paz, me parece que la mayoría de los cuentos bien valen la pena. Por el momento han quedado como una mera curiosidad dentro de la obra de un gran autor, sin embargo, las perspectivas del cuento en épocas contemporáneas le auguran un mayor éxito. Las pequeñas ediciones de Alianza editorial eligen textos de extensión mínima y a precios ridículamente accesibles ponen al alcance de cualquiera, obras que van de la más clásica a la más desconocida que entre sí sólo comparten la brevedad. Tal vez no sea de mucho beneficio que se fomente a lectores Express pero para el caso que nos interesa, Paz, esto podrá quizá traducirse en una revalorización de Arenas movedizas.
Hasta ahora, el acceso a este conjunto de cuentos procede de un interés previo a la obra de Paz. Es posible que sea por eso que uno no pueda evitar encontrar semejanzas entre poesía, ensayo y cuento. Sin embargo, una lectura exclusiva de Arenas movedizas podría cambiar la perspectiva y la imagen que se tiene del autor si se leen estos cuentos antes que su poesía o ensayos. A pesar de ello, me parece que no es recomendable aislar ninguno de los textos de Paz del conjunto global de su obra. Un autor tan completo debe leerse de igual forma: por completo.





BIBLIOGRAFÍA

1. PAZ OCTAVIO, Arenas movedizas / La hija de Rappaccini; Alianza editorial, colección Alianza Cien, México.
2. PAZ OCTAVIO, Lo mejor de Octavio Paz: El fuego de cada día; Seix Barral; México, 1999.
3. IMBERT ANDERSON, Historia de la literatura Hispanoamericana II: época contemporánea; Fondo de cultura económica; México, 2000.
[1] Publicado por la Universidad Autónoma Metropolitana.
[2] Investigadora Venezolana, citada por Zavala.
[3] Ídem.
[4] “Carta de creencia” en El fuego de cada día.