viernes, enero 21, 2005

carton-piedra

Soñé con un pasillo de mosaicos con mariposas. Escaleras interminables que caracoleaban magníficamente hacia un objetivo invisible por lejano. El piso brillaba y reflejaba unas manos que no eran las mías. Bailaba con mi vestido blanco de espuma y de mangas de merengue como si supiera que el pasillo terminaría en la siguiente esquina: allí donde recuerdo mi nombre. Convertida en maniquí me dio por creer que el agua me hacía daño, debía comer perfume y rosas de plástico con rocío de silicón y olor a limpiador de pisos. Mis labios de rojo numero 6 se despostillan. No había notado mi pestaña alámbrica despegada sobre mi párpado.
Todas eramos piernas y manos en posiciones similares al tenedor. Millares de pares de plásticos senos hicieron enjambre alborotado contra las pobres nalgas perdidas por los rincones. Nadie era capaz de encontrarse y sometidas a la decisión arbitraria del jefe de piso fuimos torturadas una y otra y otra vez en cuerpos ajenos, con pies atravezados por fierros y brazos desproporcionados. Mi cabeza encontró plática con muchos otros cuellos pero nunca volví a ver al mío. Ésta que habla tuvo que cambiar de color tres veces sin ser vista por mis ojos.
Mi vestido de esponja terciopelo lo usan para vestir a la llorona en Noviembre. Triste, triste, acartonada lágrima... este busto es demasiado picudo, esta cadera es infantil y los pies no tienen dedos. Este cuerpo no es mío y ha decidido dejar de comunicarse con migo. He de vivir en silencio en algun lugar, repartida entre piernas, cuellos, narices y pelucas. Jamás me vestirán de blanco.