domingo, enero 30, 2005

marketing

Analizando lo que me ha llevado a decidirme por utilizar una blusa color naranja mandarina descubro que muy en lo profundo existe un incipiente deseo por hacerme notar, aún a pesar de las gruesas persianas de mis aposentos. Logré crear un ambiente ascéptico, solo invadido por Libélulas y cactus. Aquí parece que llevo todo el día dormida haciendo y deshaciendo un tejido enmarañado de ausencias. Horas enteras no fueron suficientes para descubrir el origen de la brillante materia del piso, en cuclillas y en silencio mis ojos perdieron a los colores. Es así como después de un instante de arrinconamiento me fue posible imaginar una eternidad de soledad.
La luz esparció el naranja y atrajo más libélulas. El calor amenaza y contagia las sonrisas de sandía. La gente se acostumbra a promover el futuro, se llena las manos de aire y de vez en cuando se asoman a observar el tono mandarina del día. Eme en su escrutinio olvidó decir que era él a quien observaba desde la ventana, era él leyendo el periódico en la banca del jardín. Todas las posiblidades del "yo", cada una de las formas de repliege sobre uno mismo, y el absoluto de inconfesos motivos para estar sola se aglomeran sobre mis costillas y se traducen en mi manera de vestir al día.