jueves, febrero 10, 2005

fierro

Me quedan muchas sonrisas que dar y muchas palabras que oír. Todavía no quiero moverme, no he querido cerrar mis ventanas del todo. Agradezco el silencio sólo porque conozco el ruido pero también aparto del desperdicio a toda esta música que se me enrreda entre los dedos. Pocas cosas me electrizan, conocemos una de ellas, al menos yo y algunas otras; la encontramos desparramada entre la piel de alguien más, nos invada y extermina como una plaga de pequeños impulsos sensibles. He tenido momentos así.
Antes caminaba intentando no pisar los bordes de las lajas de piedra o del marmol; antes no me saltaba ningún escalón; antes de amar no conocía la extensión precisa de mi nombre. Hoy llega hasta allá y no tiene que regresar; ha negado al espacio mi nombre, se hace inmenso en pequeños pedazos. Lo soplo como a los dientes de león, lo acaricio como a Andrómeda morada. Se siente leve pero se queda. Me mojo los labios y mastico al aire como si fuera...