miércoles, mayo 18, 2005

temprano

No sé qué hago despierta a estas horas pero aquí estoy, temprano. He intentado tener días más provechosos pero nada me parece tan importante como para finalmente sentir que le saqué todo el jugo a la naranja. Hoy es un día para la abuela, así ha sido desde las 7:30 a.m. A estas horas puedo oler su pan tostado con mermelada y el café con leche de su desayuno, se siente bien el resumen de la mañana con mi abuela. Puedo imaginármela frente a la máquina de escribir (esa que me regalo en mis quince años y luego me la pidió de regreso, ja) articulando verbos y pensando en esta mañana.
Algo pasa con las mujeres después de tener hijos; se vuelven (me excluyo por aquello de los hijos) ineficientes con cualquier electrodoméstico, TV, video y ya el DVD se convierte en una tecnología avanzadísima. Con la abuela nunca ha sido así, lo único que odia es cambiar las pilas a su control (no tengo idea de porqué); sólo a mi me permite alterar la delicada configuración de su televisión (dígase subirle al volumen, cambiarle de idioma y a veces hasta de canal).
Esta noche soñé de todo o, mejor dicho, me acuerdo de todo lo que soñé. Pasé por el embarazo, por una estancia breve en lo que parecía ser un centro comercial subterráneo y me convertí en la copiloto de alguien que decía que "a las curvas hay que amarrarse". Igualmente variado es el estante de libros a mi derecha (lo menciono porque recien me di cuenta): uno puede encontrarse a La Regenta a un lado de Les Lys dans la vallée y junto al ¡libro de mormón! El primero lo odio, al segundo le ha pasado de todo para perderse justo cuando decido seguir leyendolo y al tercero no puedo verlo sin sentir pena por mis amigas perdidas en la espesura de la culpa (hasta por beber café). Lo que me recuerda que mi café se enfría en la cocina...