miércoles, junio 15, 2005

pausa amenazada

Viste partir al cielo lleno de aire frío. Tus dedos, tus labios y tu cabello, todos perturbados por la huida escurrida del día perdido. No fue suficiente tierra, ni velocidad en la mañana, sentiste la música en los kilómetros y kilómetros recorridos, desbaratando al tiempo de humo. Ya perdiste la cuenta y no te quedan más dedos... sigue, sigue, no te pierdas tú también. ¿Cuál fue el camino de entonces? Ya no recuerdas. Llegaste a los mismos arbustos escuálidos y ahora más amarillentos, como los dientes de aquel hombre. Lo bajaste en la capilla del "niño cieguito", aquel despojo de fe en ridículo atuendo (y hablo del hombre, no del niño). En otros días fueron tus noches las que partieron mi silencio. Esos momentos en crisálida se desenvolvieron con cautela y malicia. La pereza termina y se deshace la pausa de mazapan apretado con fuerza. Vas desdoblando el azúcar, calentando caramelo de tiempo sedimentado. Los gritos no llegan ni a eco, te rebota el lino y el algodón como el vapor de perfume que te hiciste en la voz del ausente. Ya te vas, ya te vaaaaaaaaaas...