La novela es el crisol del tiempo; en ella se funden, forjan y finalmente se erigen personajes. El proceso depende de la superposición de acontecimientos y del transcurrir de un lugar a otro para lograr hacer visible, ante el lector, la evolución y el cambio traducido en anécdota. Es este cambio, por minúsculo que sea, lo que se busca en la lectura; el indicio que revele la tesitura, tono e importancia del personaje dentro del universo de la novela.
Tal cambio en el personaje puede producirse exclusivamente por el exterior, como buscó la novela realista, sin que el héroe tenga ingerencia en su destino; o puede producirse por un personaje dictatorial, dueño de todas las acciones en la novela, algo típico de la narrativa en primera persona. Sin embargo existe otra posibilidad, que es la que aquí interesa, en donde el cambio parece producirse a la par del proceso de lectura, amalgamando la ficción con una expectativa continua por parte del lector; una constante sensación de inmediatez que imposibilita formular conclusiones.
El instante volátil encadena al tiempo y al espacio de forma irrepetible; no obstante, se puede volver a ese instante a través de la memoria. El tiempo y el espacio se encuentran conjugados en nuestra experiencia, y en el universo narrativo tampoco se pueden separar. Si bien en nuestra lectura podemos dar por hecho esta relación dialógica, existen ciertos programas narrativos que permiten observar más directamente el entramado entre el tiempo y el espacio.
En este ensayo hablaremos de la errancia como factor de transformación, a través de una dialogía específica entre el tiempo y el espacio, en la novela Glosa de Juan José Saer. Estudiaremos el papel de la errancia en Glosa como constructora de personajes.
La errancia, como veremos, permite situar al lector en un espacio extra espacial y extra temporal desde donde los tiempos se despliegan en todos sentidos y simultáneamente:
Sin que sea posible, con nitidez, separar las dos dimensiones, van avanzando en el tiempo a medida que lo hacen en el espacio, como si cada paso que diesen los encaminara en direcciones opuestas, a menos que tiempo y espacio sean inseparables […] de modo tal que caminantes, calle y mañana formasen un chorro espeso brotando apacible del surtidor del acaecer. (Glosa, 76)
El análisis se centrará en el relato de la caminata que inicia Leto por la calle principal y con dirección al sur. Se hablará de la errancia como el vagabundeo a lo largo de cierta longitud espacial conjugada con la noción de una errancia a través de distintos tiempos (por medio de la memoria), que complete el universo espacio-temporal de la obra. La errancia se convierte en una propuesta vital, la fase central en el proceso creador de memoria e identidad dentro de la novela.
Así mismo, vincularemos la idea de errancia con el azar como se expone en la novela. La intención de construir personajes en Glosa se encuentra delineada por distintos elementos de contingencia que apuntan a proponer al instinto como herramienta de certeza en el proceso que constituye a los personajes.
Entendemos “errancia” de manera cercana a la acepción que enuncia la RAE para “errabundo” (que va de una parte a otra sin tener asiento fijo), ya que “errancia” como tal, no aparece en dicho diccionario. El sentido, pues, que interesa es el de “vagabundeo”.
En su ensayo, “La novela de educación y su importancia en la historia del realismo”, M.M. Bajtin convierte al “vagabundeo” en un tipo específico de novela:
Novela de Vagabundeo. El protagonista es un punto que se mueve en el espacio, que carece de características importantes y que no representa por sí mismo el centro de atención artística del novelista. Su movimiento en el espacio (el vagabundeo y en parte las aventuras, que consisten principalmente en pruebas) permite al artista exponer y evidenciar la heterogeneidad espacial y social (estática) del mundo […] El mundo es la contigüidad espacial de diferencias y contrastes; la vida representa una alternancia de distintas situaciones contrastantes (págs. 200, 201)
En la cita anterior, salta a la vista la subestimación al personaje frente a la importancia otorgada al espacio. Para Bajtin, el personaje no es sino un pretexto para hacer que el lector conozca distintos ámbitos socio-culturales. Respecto al tiempo, opina que:
el tiempo por sí sólo carece de sentido sustancial y de matiz histórico […] sólo se elabora el tiempo de la aventura que consiste en la contigüidad de los momentos cercanos […] sacados de la unidad del proceso temporal. (pág. 201)
Es claro que, para Bajtin, el tiempo que interesa es un “tiempo histórico” que considere sólo acciones “sustanciales”, se excluye la idea de inmediatez como un factor significativo. “La novela de vagabundeo” de acuerdo con Bajtin, se considera relevante sólo en cuanto expone distintas realidades al lector.
El sentido de una obra como Glosa no puede encontrarse exclusivamente en su potencial para exponer una realidad ajena para muchos. El tema de la “errancia” es central en esta novela y lejos de ser un detrimento, permite abrir las posibilidades del lector, más allá del conocimiento de ámbitos distintos.
La noción de inmediatez, arriba mencionada, resultará de importancia al hablar del proceso creador de personajes. Como se verá más adelante, la inmediatez vincula el proceso creador de personajes con la idea de la memoria como ficción y, en consecuencia, enriquecerá el proceso de lectura haciéndolo parte del proceso de la memoria de los personajes dentro de la ficción y, por tanto, de la construcción de los mismos.
En principio, nos es necesario aclarar que la errancia a la que nos referimos respecto a Glosa, no corresponde del todo a la figura del “flâneur” descrita por Baudelaire en “El pintor de la vida moderna” y tampoco tiene gran relación con el “flâneur” de Walter Benjamin. Ambos autores aprovechan la figura del flâneur para proponer una postura objetiva y crítica hacia la modernidad; un cierto alejamiento de la multitud que permita ejercer una función de observador. Hay en estos dos casos, una intención explícita de alienación, una invitación incluso.
En Glosa, por el contrario, la errancia no es atributo de un personaje. La postura crítica de la obra no se produce merced a la objetividad, ni existe la intención de separarse de la multitud en ninguno de los personajes. La errancia se lee en Glosa como una herramienta de construcción: tanto de anécdota como de personajes.
En Glosa, la errancia hace surgir al tiempo a partir del espacio. Aquel se desenvuelve gracias al movimiento de los personajes, de tal manera que percibimos el transcurrir de un momento a otro sólo en la medida en que percibimos el desplazamiento espacial. Una caminata hacia el sur por la calle principal se lee como el eje espacio-temporal desde donde los personajes se vinculan con el pasado y el porvenir.
Por otro lado, veremos que los acontecimientos en torno a la fiesta de Washington pueden leerse como el eje narrativo que estructura la novela, una especie de punto de partida mítico. El tema de la fiesta se aborda indirectamente. Constituye un hecho reelaborado por distintas voces; una anécdota que se construye y destruye según el lector tiene acceso a una u otra versión.
Ya al inicio de la novela, la fiesta es un hecho dado: algo que no se narra desde el tiempo-espacio en que ocurrió. La comparación con un punto de partida mítico se explica al considerar la inaccesibilidad a la fiesta de Washington en sí, desde el tiempo-espacio que corresponde a la realidad narrada. A demás, la narración suscita la duda continuamente sobre la veracidad de los detalles.
El Matemático le relata a Leto la versión que le dio Botón, ya que ninguno de los dos primeros asiste a la fiesta; pero la narración de Botón se vuelve dudosa cuando nos enteramos de que bebió en demasía a lo largo de la fiesta. La versión de Tomatis podría considerarse más fidedigna (ya que él sí asiste a la fiesta) de no ser por que “el estado especial de esta mañana induce a Tomatis a presentar los acontecimientos relativos al cumpleaños de Washington de manera distorsionada, apelando sin pudor a la caricatura e incluso a la calumnia en su manera de referir los hechos” (Glosa, 114).
La fiesta se ubica aparte, en un tiempo-espacio mítico al que, incluso aquellos personajes que asistieron, no podrán volver a tener acceso. La memoria de este acontecimiento es un constructo de cada personaje; es un recuerdo casi sin referente o con referentes falsos.
Por tanto, tomando en cuenta, en primera instancia, un eje espacio-temporal que se construye a través del movimiento (caminata hacia el sur por la calle principal) y, en segundo lugar, un eje narrativo perteneciente a un espacio-tiempo inaccesible (la fiesta de Washington), la pregunta que intentamos responder es ¿De qué manera se configuran los personajes?
El género narrativo es en sí un proceso y, por tanto, sobra decir que sus personajes también experimentan un desarrollo; Lukacs define para la novela lo que también es posible para cualquier género narrativo: “en tanto que la característica esencial de otros géneros literarios es descansar en una forma acabada, la novela aparece como algo que deviene, como un proceso” . Es posible, por tanto, hacer una correspondencia entre la construcción de la anécdota y aquella del personaje.
El proceso que configura a los personajes, por otro lado, ha sido tomado como emblema por la novela de formación (Bildungsroman), sin embargo, no es exclusivo de éste tipo de narrativa. Interesa, no obstante, observar la relación entre el proceso que construye al personaje y distintos tipos de ritos iniciáticos, ceremonias que simbolizan el tránsito de una etapa a otra –generalmente desde la inocencia a la madurez. En The rites of passage, Arnold van Gennep resume en tres fases el proceso que sigue cualquier rito: una de separación respecto al grupo; otra que denomina “limbo”, en la cual el sujeto está aún indefinido y, finalmente, la fase en la que se asume una situación nueva respecto a la comunidad (pág. 3).
Las tres fases arriba citadas nos recuerdan un poco al esquema de funciones descrito por Vladimir Propp . Las 31 funciones comienzan por un “alejamiento” (separación); cerca de la mitad de la lista encontramos la “partida del héroe” (limbo), y al final una “boda” (situación nueva). Fácilmente podemos hacer la traducción desde las tres fases del ritual iniciático a estos tres puntos en la estructura del cuento según Propp.
Lo anterior resulta relevante para responder a la pregunta formulada arriba ya que muestra una posibilidad para la construcción de los personajes de Glosa. La novela comienza in medias res creando una sensación de inmediatez.
La caminata hacia el sur por la calle principal; primero con Leto, luego se une el Matemático y finalmente Tomatis, puede leerse como la fase central, el “limbo”, desde donde los personajes comenzarán a construirse. Es el presente inmediato que proyecta toda su temporalidad.
Las conversaciones establecidas entre los tres personajes giran en torno a un acontecimiento, la fiesta de Washington, que como ya dijimos constituye una especie de pasado mítico. La fiesta se convierte en una situación que arraiga a los tres personajes al hacerlos compartir una memoria, los “emparienta” de alguna manera:
Un nuevo lazo, impalpable, los emparenta: los recuerdos falsos de un lugar que nunca han visitado, de hechos que nunca presenciaron y personas que nunca conocieron, de un día de fin de invierno que no está inscripto en la experiencia pero que sobresale intenso, en la memoria (pág. 85)
Ese pasado mítico empieza a formar parte de la memoria de cada uno de ellos, aunque de manera muy imprecisa. El relato nos es contado a través de distintas versiones con cambios substanciales en cada una de ellas; la imagen que tiene Leto de Barco es completamente distinta a la realidad, por ejemplo y, sin embargo, en el ámbito de la memoria resulta igualmente válida. Los personajes, por tanto, se construyen basados en memorias hasta cierto punto falsas; de manera que la relación con la realidad parece reducirse a un segundo término en la jerarquía del recuerdo.
En este punto resulta interesante notar el concepto de “retención” como lo utiliza Husserl. Su idea del tiempo como un flujo describe una interminable sucesión de presentes; Husserl no se atreve siquiera a llamarlo encadenamiento ya que cualquier instante contiene en él al instante inmediatamente precedente y al inmediatamente posterior. Para responder a la pregunta sobre la configuración de los personajes de Glosa es de particular relevancia destacar la noción husserliana de “retención” entendida como el proceso realizado a través de la memoria para conjugar los tiempos y permitir dar significado al presente inmediato. Volviendo a nuestra pregunta, agregamos: ¿De qué manera se configura un personaje cuando el contenido de su retención es incierto?
Resulta significativa la presencia de la incertidumbre también de parte de la figura del narrador. Hay una mezcla por momentos entre apropiación del discurso narrativo por parte de algún personaje y un discurso coloquial dubitativo. El narrador continuamente produce aseveraciones que después busca confirmar con un “¿no?”, y contrasta la minuciosidad con que se narran detalles sobre la caminata, en apariencia poco significativos –como el intento de Leto por evitar que el Matemático tropiece con el desnivel en la calle (pág. 197).
Como veremos, la alusión al “tropiezo” aquí, como en muchos otros apartados de la novela, no es casual ya que se encuentra tematizado en Glosa, pero se hablará de ello posteriormente. Por el momento, basta decir que los personajes se construyen, frente al lector, fundados en memorias falsas e imposibles de comprobar y, más aún, los acontecimientos se narran también de manera dudosa e indemostrable.
La incertidumbre, sin embargo, no afecta el proceso de retención tanto dentro de la ficción (en el proceso de memoria de los personajes) como en la lectura (en la anécdota y los personajes a los que el lector da significado). Cualquier construcción posible por parte del lector de Glosa se hace paralela a toda construcción realizada por los personajes dentro de la ficción, ya que tanto lector como personaje buscan dar significado a la anécdota con datos dubitables.
Por otro lado, si bien la conversación durante la caminata versa sobre la fiesta de Washington, salta a la vista el contraste entre lo que cada personaje dice y lo que piensa. El relato de la fiesta parece disfrazar los pensamientos que atormentan a cada personaje. Leto no aparta de su mente a su madre y a la memoria del suicidio del padre; el Matemático se atormenta con lo que denomina “el episodio”, una actitud que según cree, evidencia su debilidad; Tomatis, por su parte, no deja de pensar en la amenaza: “si voy a… y el universo entero también va a… tarde o temprano va a… va a…” (pág. 109).
Lo que cada personaje tiene en mente durante la caminata forma parte de su realidad individual; son recuerdos que les son propios y a los que pueden tener fácil acceso, tal vez estén incluso más a la mano debido a que les preocupan de forma especial. Contrastan de manera evidente con los recuerdos de la fiesta –que no están impresos en la experiencia— no sólo por su relación más cercana con el pasado de cada uno de los personajes sino también por la forma como son narrados. El relato de estos recuerdos “propios” permite la apropiación del discurso por parte de cada uno de los personajes para enfatizar la perplejidad que les produce su reacción frente a ellos. La frase “Él, que ha sufrido tanto”, por ejemplo, aparece recurrente en el relato de la infancia de Leto sin que sepamos con exactitud quién la expresa.
A pesar de que estas memorias pueden “verificarse” en el pasado de cada personaje, la duda permanece. Ninguno de los tres está seguro de la razón por la cual tales pensamientos les afectan a tal grado; no los apartan de su mente en un intento de darles significado pero se encuentran sumidos en un ciclo sin fin.
La perplejidad se ensancha aún más cuando el relato de la caminata se vuelve memoria, a través de una prolepsis:
También el Matemático que, una mañana de mil novecientos setenta y nueve, a bordo de un avión que viene de París […] retira la hoja doblada en cuatro que Tomatis le regaló en la puerta del diario […] ha perdido ya su carácter de mensaje para volverse objeto y, sobre todo, reliquia [..] o vestigio, más bien, no de Tomatis […] sino de la mañana en que […] se encontró con Leto en la calle principal y caminaron juntos hacia el Sur.
La memoria, como el papel, ha perdido su carácter de mensaje. La condición de “limbo” de la caminata es en esencia indefinible y, por tanto, recordarla años después resultaría sin duda problemático. La caminata no representa un mensaje, es un tiempo-espacio abierto que hace confluir a tres amigos en su particular proceso de construir memorias ajenas y propias.
El Matemático se manifiesta imposibilitado para deshacerse de los versos que Tomatis le regalara aquella mañana porque sigue buscando una interpretación con base en datos dudosos. El proceso es ineludible; los personajes persisten en su intento por dar significado a sus memorias, en creer que existe un mensaje para descubrir. Bajo estas condiciones resulta imposible dar significado a cualquier memoria y, si esto no se logra, ¿Cómo puede un personaje constituirse?
Finalmente se han expuesto los elementos que en apariencia dificultan el proceso de constitución de los personajes de Glosa:
1. El tiempo de la errancia coloca a los personajes fuera del tiempo y espacio de su cotidianeidad.
2. La caminata se traduce como el instante inmediato; un limbo desde donde se proyecta la temporalidad de cada personaje.
3. Las memorias, tanto propias como ajenas, son poco confiables.
4. El narrador ejerce una función de duda y no permite que el lector construya, con base en la anécdota, a los personajes.
Hasta ahora hemos hablado del “proceso de constitución del personaje” y, en este punto, resulta necesario establecer distancia respecto a un apriorismo: el hecho de que los personajes estén constituidos. Hemos dicho que la novela, en sí, es un proceso que ilustra otro proceso: el del personaje; no se pretende que éste deba concluirse. La pregunta que nos hicimos fue “Cómo se constituyen los personajes”.
La gran tesis, al respecto, que podemos extraer de Glosa tiene que ver con dos ideas: el azar y el instinto; y con un método: el tropiezo.
Los tres personajes se “encuentran” en la calle principal por azar. Se encuentran perplejos frente a las memorias (las propias) porque sus reacciones ante ellas son instintivas y, sin embargo, pretenden darles un significado racional. La idea del tropiezo se expone de manera literal –como un traspié durante la caminata—y de manera simbólica a través dos elementos: el relato del caballo de Noca y un vínculo intertextual con Shakespeare.
La discusión sobre el tropiezo del caballo de Noca parece un simple artificio de retórica y sin embargo cobra importancia al compararla con la idea shakesperiana de que “la vida es una comedia”. Dudar si el caballo tropieza implica preguntarse si el caballo tiene la capacidad de prevención; mientras que si un hombre tropieza, teniendo la capacidad de prevención, se demuestra que la razón no nos ayuda ante el azar. Esta discusión parece hacer equivaler a los hombres con los animales a través del instinto: nuestra única arma frente al azar.
Las referencias a los personajes como actores de una comedia son continuas. Hay una en particular que resalta por su cercanía con una cita de Macbeth, se apuntan ambas:
“Como el actor que hace un pirueta en el escenario y después desaparece en la oscuridad de las bambalinas” (Glosa, 53).
“A poor player/ that struts and frets his hour upon the stage/ and then is heard no more” (Macbeth, V,v).
Ambas citas comparten dos elementos fundamentales: la idea del hombre como actor y la fugacidad del instante. Sin embargo hay una distancia muy grande entre el verso victoriano y la cita de la novela de Saer. Hablar del hombre como actor, para Shakespeare implica la noción de una divinidad en control . La cita de Saer resulta más devastadora por el hecho de proponer al azar como “director” de la comedia.
Los personajes de Glosa son, pues, actores de distintas comedias dirigidos por el azar en una caminata y llevados por el instinto a seguir un diálogo que versa sobre un acontecimiento lejano que los emparienta de alguna extraña forma. Pero la causa que originó la comedia, que dio pie al diálogo posterior, es Leto.
La simple decisión de bajarse del camión y emprender una caminata sin rumbo establecido pero con dirección al sur, subraya la tremenda importancia que se le da al instinto. La errancia es equivalente al tropiezo en la medida en que ante ambas situaciones lo que rige es el instinto. Por razones insospechadas, Leto decide bajarse del camión y, también por causa indeterminada, inicia una caminata hacia el sur: que casualmente le permite encontrarse con el Matemático y con Tomatis. La frase “tropezarse con alguien” para aludir a un encuentro inesperado, no podría estar mejor empleada.
De todas las versiones presentadas sobre la fiesta de Washington lo único que parece coincidir son dos parábolas incuestionables: el relato del caballo de Noca y el ejemplo de los mosquitos. Ambos versan sobre el instinto superando a la razón bajo un marco de contingencia. La razón se desacredita como herramienta útil en un mundo regido por la casualidad. No resulta tan desalentador, sin embargo, por que se propone al instinto como mediador frente a un mundo incierto.
Actualicemos, entonces, la pregunta que formulamos desde el inicio: ¿Cómo se constituyen los personajes sin ayuda de la razón? Al hablar de comedia y al considerar al personaje como un “actor” parece evidente que se está haciendo referencia a una actitud ajena a la realidad. No olvidemos que estamos hablando de personajes y, como tales, están condenados a ser actores. No obstante, las reacciones instintivas , los tropiezos, la incertidumbre, la incapacidad de comunicar una idea con precisión, etc. apelan a un lector participativo. El lector es llamado a intentar dar significado a un conjunto de datos imprecisos
Lograr definir de qué manera será recordado todo el relato de la fiesta de Washington permitirá la constitución de los personajes. Años después, cuando el Matemático conversa con Pichón Garay en París surge el tema de los mosquitos de Washington:
No se sabía quién había utilizado por la primera vez la expresión, ni cuándo, pero, en aquellos años, después de la famosa noche, aparecía seguido en las conversaciones, y una vez, incluso, maravilloso, el Matemático se la había oído emplear a alguien que no únicamente no conocía a Washington ni a ninguno de sus allegados, sino que tampoco podía estar al tanto de la historia, no hubiese siguiera podido imaginársela y, si la hubiese oído, no la habría comprendido ni le hubiese acordado el menor interés. (Pág. 136)
La famosa noche ha quedado resumida en la anécdota de los mosquitos. Es así como se recordó: “de esa noche, había quedado una expresión, es como los mosquitos de Washington, que equivalía a decir de existencia dudosa”. La incertidumbre termina en el momento en que se fija un significado. Aún cuando los procesos racionales no logran establecer a qué categoría corresponde un recuerdo, el instinto responde.
Concluyendo, la caminata por la calle principal con dirección al Sur descrita en Glosa, apunta hacia las siguientes ideas:
Lo que llamamos realidad se construye con datos dubitables.
Nuestra personalidad se crea con base en la retención de datos imprecisos que, sin embargo son la materia prima que nos da identidad y nos permite dar significado a las cosas.
Todos los estímulos son válidos sin importar si forman parte de nuestra experiencia o de la de alguien más.
La razón no nos ayuda ante el azar. Si no se puede prever nada, lo único que aporta sentido es el instinto.
En el momento en que los recuerdos (incluso los más imprecisos) se “acomodan” de manera instintiva, el personaje puede considerarse como constituido de manera tentativa (por lo menos hasta que surja un nuevo recuerdo que lo deje perplejo).
Obras citadas
1. “La novela de educación y su importancia en la historia del realismo” en: Estética de la creación verbal, M.M. Bajtin.
2. Lukacs, G. “la forma interior de la novela” en Teoría, cultura y sociedad. México, D.F: UNAM, 2005.
3. Robberechts, Ludovic; El pensamiento de Husserl: FCE, México, 1968.
4. Saer, Juan José; Glosa: Seix Barral, Argentina, 1986.
5. Van Gennep, Arnold. The rites of passage. EUA: The University of Chicago Press, 1969.