lunes, mayo 29, 2006

lágrimas artificiales

Después de un breve periodo de escasa visión y dolorosas gotas picantes, regreso. Me temo que estoy llegando a la edad en la que todas esos nombres de enfermedades, que antes me parecían achaques de hipocondriacas, me están haciendo quedar mal conmigo misma (ajustándome a la finitud real de todas las cosas) al incorporarlos en mi volcabulario cotidiano. Mi bolso de mano es ahora casi un nécessaire de "ñora" en el cual me ha dado por cargar gotas oculares, desinflamatorios, kleenex y toallitas húmedas (tan útiles a la hora de redimir una borrachera... keep them handy). ¿Qué sigue? por mi propio bien he dejado de usar las cremitas de noche y de hablar del spa como una alternativa de relajación; la sola mención de la palabra alternativa es suficiente indicador del problema psicológico que trastorna a las mujeres a partir de cierta edad (uno de cuyos síntomas he descrito anteriormente refiriéndome a la súbita incapacidad de utilizar el DVDs y otros electrodomésticos). Es posible medir la edad por la cantidad de medicinas que uno toma; la inminencia de la vejez se ilustra con las horas que se gastan frente al espejo; la ansiedad creciente se muestra en la búsqueda de alternativas... lo demás es sólo miedo a la muerte.

sábado, mayo 06, 2006

noche de mangos

Es una noche de mangos, los ventiladores ahuyentan las pesadillas de fiebre. Allá en el otro cuarto rechina el sofá convertido en canoa por el uso. ¿Qué hizo la lluvia?
Tengo el cuello hirviéndome detrás del cabello colgante. La piel anaranjada se me está haciendo espumosa. Es todo un desastre, hace falta más aire, más silencio, y menos calor. Pero nos asustan los relámpagos, desde aquí parecen delinear caminos secretos en el cielo, lugares a los que nunca tendremos acceso y por los que cualquier cosa puede alcanzarnos. El blues en voz afinada por el alcohol nos cambió la calle por una montaña en nuestro trayecto. El viento dibujó runas con el polvo haciéndolo bailar sobre el pavimento, diseñando un camino anguloso. Llovió, tal como el oráculo de tu nariz pronosticó. Llegamos. Regresamos y la calle se hundió. Luego dejó de llover y los mangos dieron el más amarillo grito de dulzura. Ninguno me quita la sed.
Rechiiiiina el sofá, gruñe mi estómago. La lluvia se hizo vapor.