jueves, noviembre 15, 2007

por un columpio

Solíamos pelearnos por el columpio. Mis labios morados y mis dedos rígidos a las 6 de la mañana por ganarnos el columpio. Tú cerrabas los ojos para que no les entrar aire frío; yo cerraba los ojos para imaginarme que me columpiaba por encima de un precipicio infinito. Porque si llegábamos después nos tocaba el asiento hecho de llanta. El abuelo lo había recortado y parecía una dona, azabache con olor a gasolina... se llenaba de agua de lluvia y algunos bichitos nadaban en el fondo (después supe que morían en el fondo). Nadie quería el columpio de llanta, dolía la espalda y no podía lograrse que se fuera recto, en vez de eso sólo giraba sobre su eje; hecho que, junto con el olor a gasolina, me provocaba nausea. Valía la pena la hipotermia de madrugada, eso pensabas, aunque era dificil creer que uno podría divertirse cuando a penas si lograba a sentir mi parpadeo. El abuelo sacaba el charquito de agua del fondo de la llanta y nos decía "ya quedó, ¿porqué no usan ese columpio?", pero el abuelo sabía aunque ya nunca pude preguntárselo.

viernes, noviembre 09, 2007

no gracias

canta en medio del barco urbano cierto sujeto descalzo; busca toparse con los ojos de algún incauto para recibir el "no gracias". Suficientes noches tocadas por el mismo cabeceo -sin sueño. Amplias horas, ensanchados pasos ríspidos. el sujeto, garbato.
Encuentro una mirada que a mí dirige el "no gracias", entiendo. A morder, el aire; amo del silencio, amor simplemente. Distintos colores hacen hilos iguales; se intenta unir con una aguja, haciendo agujeros imponiendo patrones binarios. todo se cuenta en pares.
descalza, en silencio, "no gracias".