cuando nada más exista
Bailarina de telaraña, entre tus luces desfilan miradas que te atrapan evitando que caigas. Darse cuenta es regresarle el sonido al viento y volverle la cara al azar; notarlo significa marearse entre el sepia de la tarde y la mañana siguiente, consumida en sábanas vueltas a inaugurar con intercambios de suspiros entrecortados. Nuestra mezcla es perecedera pero perfumada; hacernos dos pareciera acercarnos a la muerte, pero sólo es otro ocaso de los que apuñalan cada mañana separando la luz del sueño. Porque tenemos uñas debemos arañar el algodón de nuestra risa; porque existe una piel de esponja, se pueden sumergir las gotas del más reciente llanto. A mí no me molesta ser todo esto, me gusta roearme de dudas y despeinarme pensando en posibles soluciones a muchas espirales. Uno se acostumbra a percibir con el estómago y a ser llamada materia; uno se puede sentir orgullosa de pudrirse, porque nunca seremos vapor de las noches ni humo de medio día. Nuestros perfumes acariciarán los ojos que se te cierren en el día postrero.