actuar por fuera
El nuevo cambio de piel es el mito con el que disfrazo la cercanía con la "segunda mitad" de mi vida. Parece que el camino llegó a cierto punto; estoy esperando el grito, la caída, la acelerada muestra del descenso. ¿Exagero?
El nuevo cambio de piel es el mito con el que disfrazo la cercanía con la "segunda mitad" de mi vida. Parece que el camino llegó a cierto punto; estoy esperando el grito, la caída, la acelerada muestra del descenso. ¿Exagero?
Quien dice que le gusta escribir asume el compromiso de siempre tener algo que comunicar ¿o no? La pregunta se vuelve importante considerando recientes cuestionamientos sobre la necesidad de innovar o bien la exigencia de "llegar a algo" cada vez que uno se lanza a "experimentar". ¿Qué pasa si no pasa nada? aun así ¿tendríamos que considerar significativo al intento?
porque parece que el desvelo no devuelve lo perdido, aunque pase la noche buscándolo... no me sigas llamando ausente porque tengo sobre mis manos los 21 gramos que me corresponden. Amárgame el paladar de nuevo, hazte barniz, hazme poeta. Invéntame otra cara, una que sonría aunque estemos en áspero lamento; una que pruebe el delirio hasta en la lidia contra Hades. En el sendero iras tirándome las migas del día siguiente; yo, atrapada en la maraña de mis recuerdos, despejaré la mirada para trazar una ruta que me aleje de la víspera.
A veces parece que la ventana no te muestra un mundo conocido. Uno tiene la impresión de no haber nacido en este contexto y de haber llegado a refugiarse de un peligro que olvidamos. El exilio es siniestro y la gente no te recibe. A veces tengo la impresión de que nadie quiere verme. Tu familia es el grupo de gente que se programa para reconocerte y abrirte la puerta de su casa; incluso para invitarte esporádicamente a algún almuerzo. Tus amigos son grupos aleatorios de interesados en temas que a ti tambien te interesan y asiduos a sitios que tú también recorres... pero rara vez hay encuentros fortuitos; de esos que parecen librar el esquema para acceder a la parte de ti que sabe que esto no es tuyo, que te miran como a un extraño y sin reconocerte buscan encontrarte. A veces mis pies me llevan a sitios que no conozco pero reconozco. Suelo poder distinguir entre el sueño y la vigilia; la enfermedad y la cordura; la memoria y la fantasia...pero a veces la realidad no me parece la mía.
Bailarina de telaraña, entre tus luces desfilan miradas que te atrapan evitando que caigas. Darse cuenta es regresarle el sonido al viento y volverle la cara al azar; notarlo significa marearse entre el sepia de la tarde y la mañana siguiente, consumida en sábanas vueltas a inaugurar con intercambios de suspiros entrecortados. Nuestra mezcla es perecedera pero perfumada; hacernos dos pareciera acercarnos a la muerte, pero sólo es otro ocaso de los que apuñalan cada mañana separando la luz del sueño. Porque tenemos uñas debemos arañar el algodón de nuestra risa; porque existe una piel de esponja, se pueden sumergir las gotas del más reciente llanto. A mí no me molesta ser todo esto, me gusta roearme de dudas y despeinarme pensando en posibles soluciones a muchas espirales. Uno se acostumbra a percibir con el estómago y a ser llamada materia; uno se puede sentir orgullosa de pudrirse, porque nunca seremos vapor de las noches ni humo de medio día. Nuestros perfumes acariciarán los ojos que se te cierren en el día postrero.
Te supongo escuchando las letras que se me caen de las manos. Tal vez dentro de una hora haremos más thé y podremos ponernos a llorar las líneas que no nos atrevimos a decir. Luego miraremos cómo alguien se levanta para irse, dándonos la espalda y cerrándonos el paso. Alzaremos la vista para corroborar que nosotros ya nos fuimos. Encima de las cejas, por debajo de la línea del tiempo, entre el ceño y la experiencia, nos hacemos más viejas. Organizamos conversaciones como si se tratara de fiestas infantiles y seguimos ornamentando el ayer con las cosquillas de los buenos deseos. El cambio es fatuo y tenemos poder sobre la transición. No la veremos siempre que sigamos viéndonos en andar simultáneo, desposeídas de camino pero firmes en el movimiento. Estáticas en recuerdos pero concordantes con el sonido de estas palabras. Silbido, redondo, entusiamos que se comparten allá ingenuos aquí silentes. Placas de ambar, los labios gorriones que se escapan pero siempre vuelven, para recordar el día en que se fueron.
Eclipse entre el cabello que deshoja tu risa, mirando a penas en el resquicio de una boca emplumada con murmullos. Traes contigo el lastimoso embuste de aquellos tiempos en que se esperaba sentado, al alba, al tránsito de las hormigas, al embrión de otro día. Y sigues diciendo que yo entonces reía; te sueño como cuando eso que mirabas yo lo decía. Era mi piel la palabra y bastaban los poros para consuelo; un telar de enmendaduras hechas viernes por la tarde, con la lluvia paseando por nuestras telarañas. Terruños y obeliscos machacados con los dientes de tus sueños, valió la pena echar cenizas mientras cuentas las risas, mascullas los rasguños y meditas asteriscos. Vacilante el camino entrecruzado con cuatro por cuatro de los pares bicolor, casi monocromáticos del piso de ajedrez al infinito. Es esta la misma de entonces, ahora se espera de pie. Somos más los enfadados, en línea de viernes que nos moja como lunes ante el cielo baptisterio de impíos. Progenie ingrata viviendo en espera alineada, apretando labios cocidos de polvo, cautos, penosos, hormigas.