Queen Mab
Comienzo a dar señales de hastío. Se me cerró la garganta y no puedo tocar el piano: a causa de mi enorme vanidad sometí a mis manos a la tortuosa lucha con la señorita de la lima (de uñas) y el esmalte plástico. Las mujeres en las que puedo convertirme se me aparecen como alucinación. Ayer volví a soñar con el volcán y volvió a hacer erupción y nuevamente fui perseguida por el tumulto que huía de la lava.
Regreso del Hotel de los verdes jardines y por alguna razón no me siento como alguien quien pasó e día entero en contacto con la madre tierra; mis pies, mi cabello y mis mejillas sintieron el aire suelto y el sol picante pero tuve que pagar por cada ración. Las piedras de río se sometieron al esquema riguroso de una multitud de círculos concéntricos y acrobáticas esculturas; ni siquiera la abrumante plaga de pequeños mosquitos pálidos tuvo cabida en aquel bucólico paraje.
Descubrí mujeres que se sienten dentro de una crisálida y esperan ser descubiertas por un hombre que profane su encierro para descubrirse en su total y majestuosa belleza. Me encontré con féminas destruidas y roídas por la lengua viperina de sus ex-comadres, las he visto refugiarse detrás de sus apellidos y relaciones de tiempos tan pretéritos como el pleistoceno. Ví al tiempo hacer lo suyo con las niñas convertidas en ninfas de pan (con minúscula) y con las antiguas ninfas ocultando su redondez detrás de los cojines mientras se desparraman en los divanes. El fuego no siempre purifica y esta fogata sólo moja la memoria con la imagen de todo lo que pudo haber sido, sin uñas ni pianos en la marea del tiempo.