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Nos encanta. Estaríamos muy contentos de ahorrarnos la soledad. Adoramos su boca y su piel y un poco más las palabras. Es como si en usted hubiésemos encontrado la cima de la evolución de nuestra especie. Todos éramos unos bárbaros hasta conocerlo, gracias a su gentil persona hemos aprendido el misterioso arte del engaño y la decepción. Hasta ahora, nuestra feliz existencia tenía como única gloria la simpleza pero usted ha descubierto en nosotros la estupidez. Ahora sabemos lo que somos Señor Don Usted, podemos tomarnos de las manos y marchar en fila hacia el carajo: enorme y basto sitio en donde seguramente cabemos todos los pequeños nosotros. Aglomerados desde aquí sus enormes fauces podrían tragarnos pero en su ejemplar magnanimidad ha decidido otorgarnos la dispensa de soledad que le quedamos a deber. Hasta ahora hemos podido picotear de aquí o de allá para encontrar pedazos amargos de los nosotros que alguna vez fueron uno, pero ahora podemos encontrarnos todas las mañanas y saludar al hermano sol con la mano derecha después de haber compartido el aire de nuestras noches, todos nosotros. Cómo agradecer su dulce verbo de caramélico artificio y jugoso hiperbolismo, cómo regresarle un poco de la gran bendición de lluvioso desconsuelo que ha dejado caer sobre nosotros. Esta es nuestra tierra prometida Señor Don Usted, nos queda mucho suelo para llenar con sombras, mucho espacio para oler y temblar de miedo. Gracias por el verbo, gracias por la enorme mentira.