"ayer" es una cicatriz
Alas teñidas con saliva, mis piernas. Dejé las uñas enterradas en tu nuca, armadas con su piel de durazno y encarriladas hacia el suave terreno detras de tus orejas. Hubiera querido cambiar el foco y poder verte porque ahora ya no me es posible renunciar a la luz de esa vela creadora de sombras entrelazadas y dibujante de barnices que cubrieron ojos. Techo de ambar, alfombra que crece como el pasto entre esas lajas que brincaba (una sí y una no), ramas de cabello entrándote, anudándote y dejándote quieto. Pero nunca has dejado de irte.
Intentaba convencerte de que existe algo detrás de mis costillas. Sé que no soy tu único cielo ni tu única vida, qué más quisiera que poder pedirte algo. No la busques ya, no la encuetres nunca; quédate conmigo bajo una montaña de omisiones y olvidos, quédate aquí aunque ausente y engrosado por silencio. Voy a construir más resbaladeros de miradas, te voy a llevar a donde nacen las cáscaras de mandarina para que veas que eso es lo que las hace oler. Podremos seguir llenándonos de tu puerta cerrada y de salidas intempestivas. Yo no puedo quedarme, no puedo estar triste en tus almohadas: quédate tú.
* * *
Había una hoja sobre el pavimento haciendo el mismo viaje cíclico al rededor de una alcantarilla. Un reflector intentando llegar al cosmos chocó contra el humo de los coches y mostró su estela de niebla gris. Estaba esperando que regresaras, sintiendo cada vez más claramente el espacio que ocupo. Conocí los límites, aquello que me separa del resto del mundo, supe hasta dónde llego: en dónde empiezo y en dónde termino... estuve completamente sola por unos segundos, sola como nunca, experimentando las voces ajenas en la misma tecitura que la música y que el sonido vago de la hoja arrastrandose por el piso. Creo que no me moví, creo que dejé de respirar como aquella vez cuando siendo niña me negue a despertar. Recordé la vieja pregunta de "¿cuánto dura un instante?" y senti la respuesta; me sentí mundo, espera, ausencia... estaba sola, junto con todos los demás.