Utilidad y autonomía de la literatura francesa romántica.
El romanticismo literario es un fenómeno que podemos situar a grandes rasgos durante todo el siglo XIX en Europa, aunque a partir de mediados de siglo comenzó a declinar y a transformarse en distintas nuevas corrientes. Aquellos elementos que han quedado descritos como característicos del romanticismo no se limitan, sin embargo, al estricto periodo temporal considerado como romántico. Más que considerarlo como un periodo estético, me parece más útil aseverar la presencia de tópicos románticos aún en épocas que no corresponden a la del romanticismo. Aquellas ideas generalmente relacionadas con el romanticismo han continuado desarrollándose, tal vez lo único que cambia es el trato que se les da a las mismas. Incluso durante el siglo XIX en pleno periodo romántico, encontramos ejemplos de interpretaciones distintas de los mismos tópicos.
Podemos hablar de distintos tipos de romanticismo de acuerdo con el país al que uno se refiera. El caso de Francia es particularmente ejemplar al respecto ya que su propio romanticismo es tan variable que hace falta definir corrientes específicas para este país. En Francia, las influencias externas fueron de importancia estructural para la consolidación del fenómeno romántico. A principios del siglo XIX, comienza a hacerse notar la presencia de corrientes estéticas extranjeras, en especial provenientes de Inglaterra y Alemania. Los dos principales portavoces de cada tendencia fueron Chateubriand (de la literatura inglesa romántica) y Mme. Germaine de Staël (quien quiso introducir a Francia los ideales románticos –no siempre genuinos-- de Alemania). Sin embargo no fueron los únicos en tomar elementos de la estética romántica de estos dos países. Ambas corrientes se fueron haciendo cada vez más comunes y, al mismo tiempo, fueron adquiriendo un carácter distinto al que las inspiró para convertirse, poco a poco, en un fenómeno propiamente francés. Sin embargo, como ya dijimos, aún cuando se puede analizar al romanticismo en Francia como un fenómeno separado y autónomo (con respecto a Inglaterra y Alemania) debe considerarse que dentro de Francia misma existían tendencias estéticas contrapuestas y en constante debate de las cuales no se ha logrado definir, hasta nuestros días, la manera en la cual debemos tratar a cada una de ellas. En ocasiones, las digresiones son tales que otorgarle la categoría de romanticismo a una implica la negación de la misma para la otra.
En este trabajo trataremos dos tendencias específicas: el romanticismo social y el movimiento parnasiano (“l’Art pour l’Art”). El primero pone a la literatura en función de una determinada realidad, mientras que el segundo la aleja todo lo posible de una concreción cualquiera. La realidad francesa en ese momento explica reacciones tan contrapuestas ya que hasta cierto punto convocaba a algún tipo de respuesta de la sociedad en general, artistas incluidos. Aún cuando el ideal parnasiano fuera el despojar al arte de todo lo que no es arte, esta postura no puede explicarse sino desde la perspectiva social, como un intento exacerbado de evasión. De manera que ambas corrientes románticas son, en el fondo una reacción hacia los acontecimientos políticos y sociales de la época.
Como principales promotores de cada una de estas tendencias, en este ensayo estudiaremos a dos autores fundamentales para el romanticismo francés: Victor Hugo (1802-85) y Théophile Gautier (1811-72). Cada uno reacciona a su manera ante la tempestad e inestabilidad política de su tiempo. Hace falta, en primer lugar, exponer a grandes rasgos los principales acontecimientos políticos y sociales en Francia posteriores a la Revolución. A la luz de esta realidad podremos trazar las diferencias entre estas dos posturas románticas.
El siglo XIX en Francia se inauguró con el principio del fin para el imperio de Napoleón. El periodo inmediato posterior fue la Restauración (1814-1830) llamada así porque a raíz del vacío de poder que dejó Napoleón, se decidió convocar a la familia real nuevamente. Se instauró la monarquía de Luis XVIII quien fuera hermano del rey muerto, Luis XVI.
Se creó una carta constitucional para limitar el poder del nuevo rey. Está proclamaba la igualdad ante la ley; libertad de prensa, de religión y del individuo; y la inviolabilidad de la propiedad. Sin embargo, era el rey quien elegía a los miembros de las cámaras. A demás para integrar las cámaras se debían pagar 1 000 FF a demás de tener un mínimo de 40 años de edad. Estas restricciones limitaban la participación de la población al grado de que sólo el 1% reunía todos estos requisitos. A demás de lo anterior, la monarquía instituyó la conmemoración de la muerte de Louis XVI y María Antonieta. Este conjunto de acciones comenzaba a inquietar a Francia entera.
Napoleón, exiliado en la isla del Elba, supo aprovechar la nueva oportunidad de recuperar su imperio. Sin embargo, el sueño de reestablecer su poder culminó en Waterloo. El emperador abdica por segunda ocasión. Las negociaciones de Richelieu (primer ministro) en 1818 logran terminar con la ocupación extranjera originada por el regresó de Napoleón. Comienza otra cacería de brujas por parte de los nuevos miembros de la Cámara, en contra de todos los “traidores” que apoyaron a Bonaparte.
En 1824 muere Louis XVIII y es sucedido por el conde d’Artois, su hermano, quien se convierte en el rey Carlos X. El fin de esta monarquía se anticipó con la disolución de la cámara, por parte del rey, una vez que ésta hubo demandado un gobierno más representativo. Carlos X creó entonces las ordenanzas del 26 de julio que imponen restricciones severas a la prensa, declaran disuelta la cámara y reducen el número de diputados y de electores. A raíz de ello, la prensa hace pública la ilegalidad de dichas ordenanzas. Durante tres días, del 27 al 29 de julio de 1830, el pueblo protesta en franca oposición al rey. Es muy tarde cuando Carlos X decide dar marcha atrás a sus acciones; el 31 de Julio, Louis-Philippe el duque de Orleáns es acreditado como el Rey del pueblo.
A partir de entonces y hasta la Revolución de 1848, rige Louis Philippe bajo el periodo denominado “la monarquía de Julio”. Durante ésta época, se abolió la censura a la prensa, se restituyó la bandera tricolor y la edad para votar pasó a ser de 25 años (edad que incrementaba el número de votantes). Louis-Philippe puede ser descrito como un rey burgués; la relación del gobierno con la gente mejoró en un grado considerable. El poder no estaba centralizado en la figura real sino compartido con la cámara. Durante los años 40, Francia gozó de prosperidad económica debido a los mecanismos instituidos por el gobierno para industrializar las áreas rurales. La población aumentó enormemente también.
En los años 1846 y 47, sobrevino una recesión económica. Louis-Philippe pierde apoyo. Es entonces cuando se empieza a pensar en un proyecto de República. El 24 de Febrero de 1848, los ciudadanos franceses literalmente se vuelcan en las calles para destituir al rey y ante la presión creciente, Philippe abdica. Se establece, entonces, el segundo imperio con Napoleón III (o “Napoleón le petit” como Hugo prefería llamarlo) que comienza en 1852 y termina en 1870.
En este contexto, paradójicamente predominó la esperanza. Todos los pensadores sociales de la época estaban entusiasmados y seguros de que la revolución iba finalmente a consolidarse. Todo este ambiente fue encontrado propicio para la literatura, muchos escritores se sintieron compelidos a desempeñar la enorme tarea de educar al pueblo. Precisamente fue Víctor Hugo uno de los pilares más fuertes del romanticismo social. Proclamaba la libertad individual y la igualdad de derechos. Estaba en contra de utilizar la violencia para resolver conflictos políticos sin embargo lo apoyaba si se trataba de la destitución de un gobierno ilegítimo. Un valor para él imprescindible era la educación ya que una verdadera democracia no podía alcanzarse sin antes lograr que la sociedad entera tuviera igual acceso al conocimiento. Todas sus obras describen sus intenciones de reformar a la sociedad, sus temas se basan en ella y en su particular problemática. El “poeta” adquiere un valor de visionario desde esta perspectiva.
Es innegable la capacidad de la literatura para influir en la creación del código moral y ético de una sociedad. Sin embargo, el siglo XIX en Francia no puede explicarse sólo a través de las ideas románticas. En muchos casos, estas ideas fueron utilizadas por pensadores o teóricos sociales pero jamás vieron la luz del día en un modelo funcional. En todo caso podemos ver a las ideas románticas como un primer impulso esperanzador. A partir del famoso prefacio a Cromwell, Hugo se muestra decidido a emprender la enorme tarea de reformar también a la república de las letras. Francia ya había tenido una Revolución, ahora tocaba el turno para la literatura. La nueva época necesitaba una nueva literatura.
La figura de Napoleón se convirtió en estandarte del héroe romántico ideal. Defensor y creador de la nueva Francia, héroe de la Revolución y eterna figura de un gobierno sólido. Para Hugo, el siglo XIX era decisivo para Francia por dos razones: la creación de la libertad y la presencia de Bonaparte. Muerto éste se sobrevino un enorme vacío de poder y ensayos de gobiernos, monarquías, etc. que culminaron con el desencanto general. El siglo que comenzó sumergido en idealismos culminaría con el descrédito de todos los ideales que el romanticismo social propagó.
Aún cuando el romanticismo social probo ser incapaz para transformar a la sociedad francesa lo que si logró fue establecer una nueva noción sobre el individuo que definió e inauguró al fenómeno romántico en Francia como autónomo respecto a las tendencias literarias en Inglaterra y Alemania fundamentalmente. En Francia se otorga gran importancia a la exaltación de los sentimientos y las pasiones extremas como formadores del individuo, sin embargo, en el romanticismo social francés, no se asocian con ideas de individualismo sino con la universalidad de los sentimientos. Los franceses habían promulgado la “Declaración universal de los derechos humanos”, en razón de ella se entienden las pretensiones de unificar criterios para crear un “individuo” o ciudadano del mundo, de acuerdo con lo que se dictara en Francia, por supuesto.
El espíritu romántico guiado por la fe en la labor social del escritor y pensador predominó de manera más o menos generalizada en las principales mentes creadoras. Sin embargo, no todos estuvieron de acuerdo con definir al arte en función de su utilidad social. La segunda corriente romántica a la que aquí nos referiremos es aquella que promulga la autonomía del Arte bajo la consigna de “el Arte por el Arte”. Es principalmente a través de las ideas de Théophile Gautier que esta tendencia comienza a hacerse cada vez más importante hasta culminar en un mayor distanciamiento con respecto a las ideas románticas reflejado en el Parnasianismo.
La figura de Théophile Gautier es muy difícil de clasificar. Por una parte, él siempre se auto-definió como poeta romántico, sin embargo, la crítica lo señala como fundador del movimiento Parnasiano, que se alejó del romanticismo. Sin embargo, debemos tomar en cuenta que en Francia, en esa época, romanticismo implicaba romanticismo social. La obra que en mayor medida aleja a Gautier de las tendencias de este tipo de romanticismo es Mlle. de Maupin. El personaje principal en esta novela está basado en una personalidad real del mismo nombre. De Maupin fue una actriz del siglo XIX famosa por generar un gran escándalo en torno de sus preferencias sexuales. El personaje de Gautier es una mujer que decide disfrazarse de hombre para explorar las diferencias entre géneros y conocer mejor al sexo opuesto. Mlle. de Maupin, a su vez, también generó polémica debido a alusiones no tan implícitas al lesbianismo.
La importancia de esta obra dentro del romanticismo es la expresión de las ideas de Gautier sobre la independencia del arte. Aquello que se resalta en la novela es la noción de un amor libre incluso de las ataduras de género. De igual forma en la que se establece al Arte como finalidad del Arte, en esta obra se describe al Amor por el Amor mismo.
A partir de la publicación de Mlle de Maupin, en 1835, se comenzó a creer que Gautier se había alejado del romanticismo. Posterior a esta obra, Gautier escribe Emaux et Camées publicada por primera vez en 1856. Es este poemario el que da origen al Parnasianismo. Desde su primera línea, Gautier enfatiza el distanciamiento que impondrá en su obra respecto de la situación social que se vivía en Francia mientras Gautier la escribía: la revolución del 48 y la difícil consolidación del segundo imperio:
Sans prendre garde à l’ouragan
Qui fouettait mes vitres fermées,
Moi, j’ai fait Emaux et Camées.
Considerando la nueva propuesta de Gautier decidí ubicarlo como promotor de la otra corriente romántica en Francia. Sin embargo, no por ello debe inferirse que Gautier dejó de ser romántico. De hecho, como ya se dijo, el romanticismo en Francia era equivalente al romanticismo social, hecho que lo separó dramáticamente de las tendencias románticas en otros países, de manera que el romanticismo de Gautier pudiera tal vez encontrar mayores correspondencias con aquellos de otras naciones, en donde se generó un movimiento romántico mucho antes que en Francia. Lo cierto es que el “individuo” para Gautier, está más próximo a lo que hoy en día consideramos como romántico, y se explica a través de su concepto de libertad individual.
El problema fundamental que separa a estas dos corrientes tiene que ver con la idea de libertad para el hombre. Para el romanticismo social, el hombre es libre en cuanto a su posibilidad para establecerse dentro de un ambiente que le otorgue los mismos privilegios que al resto de la sociedad y pueda tener el derecho a elegir a quien lo gobierna. La libertad a la que alude Gautier es una libertad individual, pero no del individuo como representante de la sociedad en general sino del individuo libre incluso de los prejuicios sociales. El individuo en la obra de Gautier es libre en cuanto es capaz de emprender una búsqueda interior que culmine en su auto-definición. Para Gautier el hombre debe definirse por sí sólo sin la intervención de un sistema superior que dicte aquello que debe constituirlo. De ahí el énfasis en la autonomía del Arte respecto de la realidad tangible. El Arte para Gautier construye su propia realidad y es ésta la única a la que puede serle útil. Si bien el Arte es capaz de tomar temas de la realidad, el Arte siempre será el fin y no el medio.
Si pudiéramos formar una mezcla entre el romanticismo expuesto por Hugo y aquel descrito en la obra de Gautier podríamos lograr una mejor perspectiva del fenómeno romántico, en general, en la Francia decimonónica. La legitimidad de cada una de las corrientes aquí descritas no puede definirse de acuerdo con su proximidad o similitud con las corrientes románticas de otros países, tampoco podemos establecer un criterio valorativo según la incidencia del Arte y en específico la literatura, respecto a los cambios sociales en la Francia de esa época. Pero si lo que se intenta es establecer una idea fija sobre el fenómeno romántico francés, considero que debe tomarse en cuenta la obra de los dos autores aquí tratados de manera aislada respecto a los movimientos estéticos particulares que cada uno de ellos generó.
BIBLIOGRAFÍA
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